sábado, 2 de julio de 2011

Niña de papá.

No es que no escriba porque no quiera. Es que no escribo porque no he tenido tiempo.

Hay veces, muchas veces de hecho, que querría cambiar mi vida. En realidad me gusta lo que estudio y me gusta mi novio y me gustan mis amigos. Pero tengo un problema: no sé compaginar vida social y estudios. Y tampoco me esfuerzo por saber, para qué vamos a engañarnos. Pero van pasando los años. Y ayer terminé mi cuarto año de carrera.

El primero fue espectacular. Tuve mucha (demasiada) vida social y aprobé bastante comparado con lo que esperaba. El segundo fue más espectacular aún. Conocí a Zenu y me tiré un curso enamorada del amor, frinkando a más no poder y suspendiendo una detrás de otra. El año pasado ya me lo tomé más en serio, y aprobé un poco. Y este año no he hecho más que estudiar. Y he aprobado bastante. Pero no me siento satisfecha.

Mis amigos no son de donde yo soy. Cerquita de mí sólo tengo a Zenu, y eso a veces me frustra. Me encanta pasar el tiempo con él pero también necesito tiempo para mí. Y cuando digo para mí no quiero decir para mis estudios. Porque ¿de qué sirve tener un título en la mano si no has disfrutado del camino?. Pues eso mismo me pregunto yo todos y cada uno de los días.

Veamos, soy inteligente, pero no soy un cerebrito de esos que estudian dos días y se saben un examen. Necesito estudiar mucho para aprobar. Necesito entender la asignatura para aprobar y no sólo aprenderme unas cuantas fórmulas, sino no sé qué tipo de profesional seré en un futuro. Además, según están las cosas yo ya dudo de que pueda trabajar en lo que me estoy formando.

El caso es que mi vida se centra en estudiar y en estar con Zenu.

Y ya.

Y no quiero.

Hace unos cuantos meses (casi un año ya) mis amigas de siempre y yo rompimos relaciones de manera tajante. Y no me arrepiento, la verdad, mejor sola que mal acompañada. ¿Pero hasta qué punto?

Hoy mismamente he salido a tomarme una copa con unos amigos de los que sé poco gracias a mi obsesión por la maldita carrera. He llegado a casa a las cuatro de la mañana. Triste. Triste porque no me gusta mi ciudad. Me aburre soberanamente. Me agota. Me cansa. Me histeriza. Odio a todo el mundo exceptuando a los que son de mi círculo. Triste porque quiero vivir cerca de mis amigos de la universidad. Triste porque quiero estar cerca de quien me importa de verdad. Triste porque echo de menos a mi lado gente a la que jamás he tenido cerca nunca siquiera. Triste porque ayer terminé exámenes y ni siquiera he podido pegarme una fiesta decente.

A veces me siento sola. Sobre todo cuando no tengo nada que hacer. Mejor dicho, nada que estudiar. Y lo peor de todo es que no sé cómo cambiarlo.

Si pudiera cambiaría de ciudad. Quizá me escudo en eso a menudo y por eso no soy capaz de mejorar. Pero lo pienso realmente. Si cambiara de ciudad estoy segura de que las cosas serían mucho mejores. No sé si más fáciles, pero mejores seguro que sí.

Tengo una mezcla en el estómago entre tristeza, rabia e impotencia. Y vaguería. Y conformismo. Me cago en ser estudiante y en la insolvencia que eso provoca si dedicas todo tu tiempo sólo a estudiar. Me cago en ser una niña de papá.